domingo, 30 de noviembre de 2008

GARZON HA DECEPCIONADO A MUCHA GENTE

ENTREVISTA A T. MORANDI Y A. MIÑARRO

"Garzón ha decepcionado a mucha gente"
Los traumas de la Guerra Civil afectan hasta a las cuatro generaciones siguientes

Ramon Vila | Barcelona | 27/11/2008

Los traumas de la Guerra Civil y la Dictadura se han ido transmitiendo de generación en generación y todavía siguen afectando. Así lo determina el proyecto Trauma y Transmisión que han dirigido las psicoanalistas Anna Miñarro y Teresa Morandi. El estudio alerta de la necesidad de formación de profesionales para atender a afectados y familiares y de la importancia de la palabra para una transmisión en positivo de la experiencia traumática de la guerra y la represión.
PALABRAS CLAVE

Guerra Civil, Garzón, Argentina, Transición, Zapatero

-¿En qué contexto nació este proyecto?
-Fue 4 años atrás. Como psicoanalistas que somos hacía tiempo que escuchábamos mucho dolor en nuestras consultas. Nos fijamos en que individualmente había un reconocimiento del dolor sufrido, pero no a nivel colectivo-social. Hicimos un congreso sobre la construcción del sujeto y a raíz de eso contactamos con varias asociaciones de recuperación de la memoria histórica y pusimos nuestra página web a disposición de las personas que quisieran aportar su testimonio. Mucha gente nos expresó su necesidad de comunicar. De ahí sacamos la selección de 200 personas a las que entrevistamos para hacer el estudio.

-¿Qué perfil tiene la gente con la que han trabajado?
-Constatamos que hubo un maltrato grave y continuado, así que decidimos trabajar con la gente que vivió el trauma de la Guerra Civil y con sus familias. Hemos hablado con personas que han sido encarceladas, torturadas, exiliadas y represaliadas. Vimos que era esencial ver cómo la generación que vivió en primera persona el conflicto bélico transmitió sus traumas a las siguientes generaciones y cómo les afectaba a nivel familiar.

-Así que un trauma se va pasando de padres a hijos…
-Sí. Las violencias del pasado se transmiten a segundas, terceras y hasta cuartas generaciones. Hay que tener en cuenta que la Guerra Civil duró tres años, pero la represión se extendió durante casi 40 años. En todo este tiempo ni después de la Transición ha habido profesionales preparados para atender correctamente a las mal llamadas "víctimas", que nosotras preferimos llamar supervivientes.

-¿Cómo explican que un trauma se manifieste en alguien de tercera o cuarta generación?
-Esa ha sido una sorpresa. Nuestra hipótesis inicial era que los traumas van perdiendo fuerza con el paso de las generaciones, como al lanzar una piedra sobre el agua que rebota muy fuertemente en el primer impacto, pero que va disminuyendo en cada nuevo salto hasta hundirse. Hemos descubierto que en la cuarta generación el trauma rebrota muy fuertemente. Cuando ha habido un silencio de muerte y un secreto que no se ha podido contar aparece un malestar en el cuerpo más vacío de palabras, pero con muchos síntomas psíquicos. Y esto es alguien que nadie relacionaría con las vivencias de sus antepasados. Cuando abres la historia de vida de dos o tres generaciones te das cuenta de que hay un hilo conductor de ese trauma, se tiene de forma inconsciente. Al no hablar de los traumas y la situación catastrófica vivida, éstos van insistiendo hasta que salen en forma de un malestar vacío de palabras. Al haber más secretos y silencio más destacado es el síntoma.

-¿Hay elementos traumáticos comunes?
-Sí, aunque hay que diferenciar el nivel individual del social. En el primer caso el trauma se expresa a través de síntomas como pesadillas o sufrimientos físicos en el cuerpo que hemos descubierto que tienen relación con la guerra. En el plano social se nota mucho en las relaciones humanas, especialmente en la desconfianza hacia el otro, algo que se inculcó en las propias familias. Se transmitió que compartir era un peligro y se impuso el silencio. Los familiares de gente fusilada no pudieron hacer el luto, muchos niños quedaron huérfanos o se pasaron años aguantando el sufrimiento de sus padres.

- La gente que vivió la Guerra Civil lo hizo siendo niños o adolescentes, es decir, no eran responsables del conflicto pero sí sufrieron sus consecuencias. ¿Cómo viven esta situación?
-La mayoría de ellos hacen responsables a sus padres de su sufrimiento. Muchos se preguntan porqué les importó más la política que sus propios hijos. Ante esta situación suelen responder con la negación y eso les hizo tener una mala relación con sus padres. Muchos hijos de anarquistas que tenían nombres como Armonía, Naturaleza o Libertad se tuvieron que cambiar el nombre, suplantar su identidad. Además algunos de sus progenitores tuvieron problemas de alcoholismo, brotes de violencia y nunca consiguieron un trabajo digno. La agresividad que tenían era debido a todo lo que sufrieron (torturas, encarcelamiento). Esta experiencia se transmitió a las siguientes generaciones, creando lo que nosotros llamamos transmisión de muerte, que ha llegado hasta nuestros días.

-¿Cómo creen que se puede modificar esta transmisión de muerte?
-Rompiendo el silencio, creando espacios de palabra intergeneracionales. Llevamos un tiempo organizando grupos de reflexión en los que vemos que cuando la palabra circula y supera el dolor y el llanto es cuando la transmisión de muerte se convierte en transmisión de vida. No se puede olvidar el pasado, sino que hay que darle un espacio en el presente y en el futuro. Ninguna asociación de recuperación de la memoria histórica pide venganza, pero todas piden justicia, posibilidad de reparación, no ser considerados distintos. Para ello necesitan expresarse y compartir sus experiencias.

- Imagino que un mayor reconocimiento social también ayudaría a una mejor transmisión de los traumas…
-La sociedad actual está un poco más preparada para hablar, pero todavía queda mucho. Por un lado hay un sector que no quiere que se produzca ninguna reparación. Además es necesario romper la indiferencia de los jóvenes hacia la Guerra Civil y su desconocimiento sobre la Dictadura. Por ello en los espacios de palabra siempre traemos a gente joven. El presidente Zapatero dijo recientemente que hay que olvidar. Eso es una prueba de que todavía hay miedo y de que sus pactos políticos le obligan a no tratar este tema. El presidente tiene un abuelo fusilado en la guerra civil, no entendemos que se niegue a hacer la reparación histórica. Pero los profesionales debemos seguir formándonos para atender a nuestros pacientes, porque la gente sigue teniendo pesadillas y sufrimiento reprimido, aunque el gobierno les diga que olviden.

-¿El auto del juez Garzón ayudará a mejorar la situación?
-Inicialmente estuvo muy bien, rompió claustros, quebró algunos silencios, alguien recuperó su memoria, pero era un señor que no era de fiar. De hecho Garzón tenía la denuncia de una jurista mallorquina en su despacho desde hacía 3 años, pero lo sacó ahora por intereses personales y ya ha desistido. Creó unas expectativas que luego han causado mucha desilusión. Cualquier juez sabe que si hay un muerto hay que exhumar su cadáver, no se tenía que haber esperado 70 años. Ahora la única oportunidad que tienen las víctimas es el tribunal de la Haya, pero es ridículo que el estado español no pueda reparar su memoria.

-¿España debería haber seguido un modelo de reparación similar al de Argentina?
-Por lo menos en Argentina los profesionales de la sanidad empezaron a trabajar con los afectados de la dictadura 10 años después del momento de sufrimiento. Pudieron trabajar con la gente que sufrió en primera persona. Aquí han pasado casi 70 años y no se ha hecho nada, porque no hay profesionales formados para ello. Queda mucho por reparar.

*Fuente: La Vanguardia, 27 de noviembre de 2008

http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20081127/53588151423/garzon-ha-decepcionado-a-mucha-gente.html

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